He de confesar que nunca me ha gustado Madrid. Con más o menos fundamento, y aunque no era tan desconocida esta afirmación mía para mis amigos, nunca me han atraído los placeres de la capital.
Pero como todo "odio" o "desprecio" por las cosas, lo que se esconde detrás, es un miedo o un complejo.
El complejo de la chica de ciudad pequeña (algunas mentes perversas dirían pueblo, pero no es cierto. Y hay una gran diferencia) o el miedo a que te agredan (porque las ciudades grandes siempre se nos pintan como si fueran junglas).
Yo a día de hoy (y me da miedo alargar esa afirmación en el tiempo, por miedo a que deje de ser tan maravillosa, porque las cosas que se dicen en alto a veces se gafan) puedo decir que me gusta Madrid.
Realmente no he tenido nunca motivos reales para decir que no lo hiciera. De hecho, se podría decir que no conocía Madrid... Puedo decir que no me gusta Berlín, porque mi experiencia no fue la mejor del mundo, pero siempre he sabido que debía darle otra oportunidad... en cambio a la capital, no quería concederle ni las gracias...
Ya hace tres años, cuando estuve brevemente por allí, me di cuenta de que las ciudades no serían nada si no fuese por la gente con quiénes las vives y disfrutas.
Este viaje a Madrid ha sido todo lo que podría esperar.
He descubierto algo mágico allí, y es que en Madrid, puedes ser quien quieras ser.
Han sido casi cuatro días, como quien dice, y me han parecido toda una semana. Y no porque hayan pasado pesarosamente despacio, sino porque los he vivido tan minuto a minuto, que he saboreado cada instante, disfrutado cada segundo, paladeando los placeres que se me han ofrecido.
He llorado en un restaurante griego porque la música me ha hecho viajar a hace dos años, a mi erasmus y a mi Corfú.
He cumplido mi sueño de comer en el Mel's. Una bobadita, pero me gusta un MUCHO la cultura americana y era una espinita que tenía clavada.
Y es que en un lugar grande, puedes ser quién quieras y comer lo que quieras. Por eso también fuimos a un mexicano. Y no sólo para comer los típicos nachos, sino para probar todo tipo de cosas ricas :D
He disfrutado del 21 cumpleaños de mi pequeña Isita en compañía de gente a la que quiero mucho y al lado de ella, de mi rubia bonita de ojos verdes, mi artista y bailaora. Con todo el arte, tocando palmas y bailando sevillanas en un autobús nocturno de Madrid.
He visto Madrid con otros ojos, me he reencontrado con amigos muy bonitos y he disfrutado cada segundo como si fuese el primero y el último.
Gracias a Montxo, a Tito, a Isita, a David y sobre todo a mi hermana Isina y a mi mami por hacerlo posible.
Ha sido un viaje increíble y maravilloso. Y sin vosotros no lo hubiera disfrutado tanto.
Me he reído como nunca, he estado a gusto, feliz y contenta. Y me ha parecido espectacular. Y sólo me queda volverlo a repetir, porque me he quedado con un montón de ganas de pasear por la calle Huerta sin prisas, fijándome en cada pequeño detalle escrito en el suelo y en sus paredes, disfrutando de una calle bohemia y mágica que no sabía que Madrid tenía. Y me quedado con ganas del microteatro, que nos lo perdimos a cambio de las risas en el restaurante griego. Y me he quedado con ganas de visitar el Retiro, como me sugirió el taxista, y dar un paseo en barca si es necesario y dejarme caer en el parque con el sol acariciándome la piel. Y me he quedado con ganas de vosotros, de pasear juntos por las calles y pensar que el mundo es nuestro, que es nuestro momento. Y que puedo ser quién quiera ser. Que puedo ser yo misma con vosotros y en una ciudad que no entiende tanto de prejuicios o de vestimenta o de peinados. Y puedes sentirte tan bien como tus ánimos te lo permitan.
Gracias por haber hecho posible un Madrid que me ha resultado sencillo de amar. Un Madrid que no se merece la mala política que tiene y que puede dar mucho de sí mismo.