2016 llegas al fin, le damos la bienvenida al 2017.
Tarde, pero no nunca, este año me he dado cuenta del tiempo perdido en divagar. Del tiempo que he perdido teniendo miedo, asustada en un rincón en muchos aspectos de mi vida.
2016 tarde, pero no nunca, con las personas que han estado en él, me han re-enseñado a ser yo, a ser fuerte y valiente. En definitiva: a no perder el tiempo tan preciado que tengo.
2017, llegas. Y llegas con planes y sin prisas. Sin esperas. Simplemente llegas y sé que ahora soy quién debí haber seguido siendo hace demasiados años.
Se ha abierto un mundo nuevo ante mí. Ha vuelto la pasión por experimentar, por conocerme. Algo que parecía tan nimio ha cambiado. Y al final ha resultado ser algo que me faltaba para crecer, para querer(me).
Existen tantos universos... Y pensar que yo estaba anclada sólo en uno...
Creo que la magia del cine, del Kino, ha tenido algo que ver en todo esto. Recordar que hay vidas paralelas en las que puedes ser quien tú quieras ser. Saborear una parte de un todo y desear todo lo demás.
Los impares siempre han sido mis favoritos. El 7, el que más.
Todo llega, todo pasa.
Nuevas personas, viejxs amigxs y gente que me ha aportado siempre una sonrisa que regalar.
Gente que se quedará, gente que cambiará...
2017 probablemente me trae cambios, aunque aún es pronto para darlos por seguro. Un viaje siempre soñado que ahora da más miedo que nunca, pero ya no me asusto tan fácilmente. Pasos profesionales y nuevas experiencias.
Siempre se espera mucho (o todo) de un nuevo año.
Yo sólo me concentro en sonreír, en hacer lo que me gusta rodeada de gente que me hace tan feliz.
Paso a paso, 2017.
Mis propósitos, todos personales. Los de la foto. Nada que no se pueda cumplir.
Y quererme siempre.
Bienvenido a mi vida.
Star memories
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Hola Puchi. Te prometí que te seguiría escribiendo y aquí estoy. Estoy teniendo una semana extraña. Te me vienes a la mente muy a menudo...
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La ronda pasa y no pasa. La ronda viene y no viene. Es cómo tu corazón, no sabe a quién entretiene. Levántate. Levántate morenita, lev...
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Hace poco me he enterado de que existen varias calificaciones (además de las ya conocidas) para definir la sexualidad de una persona. Una d...
lunes, 9 de enero de 2017
De par a impar
martes, 29 de noviembre de 2016
Kino Soria y Festival de Cortos
Quiero empezar agradeciendo a Sergio, algo nada nuevo en estos días en los que todxs nosotrxs le hemos mencionado alguna vez, por ofrecerme la oportunidad de formar parte de este proyecto. En ningún momento, cuando le dije que sí que colaboraría, me imaginé que iba a ser una experiencia tan reveladora y constructiva como ha sido.
Me he sentido completa, parte de algo muy grande en donde cada pieza debe encajar a la perfección. He hecho todo lo posible porque así fuera y espero haberlo conseguido.
He sido intérprete, extra, traductora, subtituladora, productora (según Pilar, porque yo aún no tengo claro el concepto), organizadora, voluntaria, compañera y, espero, amiga.
El Kino no ha sido sólo una bonita experiencia cinematográfica, ha sido un modo vida.
Me llevo conmigo las risas y el cariño que me habéis dado.
Cuando entré, de la mano de Sergio, en esa primera reunión Kino, fue una sensación abrumadora. Me senté en un banquito, alejada de «las estrellas»: directorxs, actrices, actores, técnicos, cámaras... Observaba a todxs ellxs y me preguntaba qué podría hacer yo allí entre tanto talento.
Sergio: las gracias se quedan pequeñas. Aunque no te guste que esté todo el tiempo pendiente de ti, eres la órbita de estas dos semanas. Sin ti no hubera conocido a nadie. No hace mucho que nos conocemos pero ya te has hecho un huequito en este corazón de VillaCuki. Las discusiones (las que utilizabas para picarme y las que acababan en risa, las bromillas que yo me creía a pies juntillas y las mentirijillas que te pillaba a vista de pájaro) han sido una constante. Te gustase más o menos, hasta que eché a andar por el Kino yo sola, eras la única mano amiga que conocía y a la que intentaba aferrarme. Gracias, gracias y mil gracias por haber confiado en mí.
Miguel: mi compañero de friquismo, risas y buen humor. Gracias por escucharme, Miguel, por no juzgarme, por ser compañero y por ser alguien tan grande. Por esos análisis, por tener en cuenta mi opinón, por hacerme reír hasta llorar y por cantar conmigo canciones de Pablo Clavel que nadie más se sabía.
MERCI BEAUCOUP.
Mª Ángeles: no me olvido de ti. Eres la última porque siempre me gusta dejar lo mejor para el final. Has sido una hermana. Ya lo dijiste tú y ya lo dijimos casi desde el primer momento. Al principio como coña, ya que éramos familia en la ficción.
viernes, 21 de octubre de 2016
Pedro
Ayer no fue un buen día para ellas y seguramente no lo serán tampoco los días venideros.
Nos separan unos 600km pero mi mente está con vosotras. Aún no sé lo que es la pérdida de una persona tan importante en la infancia como son lxs abuelxs, pero puedo aseguraros que su ausencia también se notará en vuestra familia palentina.
Siempre me quedarán en la memoria los veranos en la finca, cuando vuestra mami nos llevaba en coche hasta allí y yo pensaba: «De mayor quiero conducir tan bien como ella», escuchando Ecos Rocieros y ese estribillo que siempre tengo grabado: «Se te nota en la mirada que vives enamorada. Te ha acompañado la suerte. Han debido de quererte tanto, para que me olvidaras...». Con Carmen diciendo que teníamos que «amarrarnos» el cinturón y que el arroz le daba «fatiga».
Pedro y María son unas personas muy especiales. Nunca he sentido con ellos que no estuviese en mi propia casa con mi propia familia. Mi padre, que de primeras suele ser alguien reservado, se convertía completamente en otra persona cuando estaba con vuestro abuelo. Las largas conversaciones y paseos, las barbacoas, el intercambio de conocimientos sobre plantas y recetas. Las interminables horas de piscina con Pedro paseando por el jardín, disimulando que estaba vigilando nuestros juegos.
Nunca he escuchado una sola mala palabra sobre ellos en mi casa.
Paco, Cinti, Mari y el pequeño Juan, Cris y Laura, Carmen e Isa... sois parte de mi infancia y, con vosotrxs, Mari y Pedro.
Recuerdo las noches en el porche de la casa, entrar dentro cuando para vosotrxs, tan del sur, ya hacía frío, y emitían «Celia» por la TV. Vestirme de sevillana con vuestro traje para niñas y, taitantos años después, presentarnos las cuatro en la casa de Sevilla, ya más adultas, para que Pedro y María nos viesen vestidas de traje antes de ir a la feria. Y yo, que soy tan mimosa, cubrirles de besos.
viernes, 12 de agosto de 2016
♫ Qué tienen esas manos... ♫
Como si esas absurdas letras, casi sin sentido, estuviesen intentando darle un significado a algo que no consigo descifrar.
Ese tipo de cosas que no tienen ningún porqué. Que ocurren sin más, despertando viejas y olvidadas pasiones que dejaste por el camino y de las que casi ni te acordabas.
Siempre me han gustado las manos. Me he fijado en ellas. Quizás porque sabes que, con ellas, tocas. Sientes. La piel de otra persona, principalmente. Las manos tienen el poder de recorrer tu cuerpo y erizarte el vello de la nuca. Casi tanto como los labios de otra persona en un buen beso. Lento, despacio, con la lengua en su justa medida. Jugueteando.
Muchas veces se trata más de lo que nos imaginamos que podemos hacer, o lo que nos pueden hacer, que de lo que realmente suceda o pueda suceder.
He visto tus manos. Y me gustan. Más de lo que quiero admitir. Y no puedo evitar que se me venga esa estrofa a la cabeza si las imagino.
"Qué tienen esas manos"Es un problema. Mío únicamente. Lo tengo claro. Pasará, como todo en esta vida. Es absurdo. Bien lo sé. No hay motivos, ni razones, ni se ha dado lugar a equivocaciones.
A lo mejor todo viene del aburrimiento, del óxido de aquellas enfermedades de marzo; del dormir solo.
La vida es un tren. Ya lo sabe bien mi amigo Xavi. La vida es un tren que para brevemente en estaciones. Esta es una de ellas. He visto gente perder un tren delante de sus narices. He visto gente coger otro sin saber siquiera hacia dónde les llevaba. Les hay que cogen el primero que pasa aún viendo que está destrozado por dentro (incluso por fuera), dejándose la piel en el intento y acabando en peores condiciones que el vagón más viejo.
Yo no cojo trenes. Hace mucho que dejé de hacerlo. Los veo pasar por delante, como los abuelos que están siempre en los bancos de la estación. Los veo y pienso que estaría bien montarse en uno. A veces, con un pie en el andén y otro en el vagón, me entra miedo al pensar que no sé dónde va a parar y vuelvo caminando al banco.
Luego está el ser uno mismo. Hay gente que te anula y gente que no.
A mí me gusta hablar. A veces se me da mejor escribir. Como en este caso.
El problema viene cuando me quedo callada. No es que sea un problema. Es que tengo dos tipos de silencio:
Uno, cuando me gusta escuchar lo que otros tienen que decir y observo para crear un juicio propio.
El otro, cuando me siento completamente anulada. Anulada hasta el punto de no ser capaz de ser yo misma: relajada, sonriente y con desparpajo. "Una chica de carreta y bombardeo", como me dice mi tío abuelo. Me vuelvo disléxica, "discuérpica" y disonante.
Y es una mierda. Sentir que quieres pasar tiempo con alguien y que no puedes porque tienes un miedo al ridículo constante. Me "consuela" (hasta cierto punto) el saber que muchas veces ese segundo silencio no depende tanto de mi comodidad, sino de lo cómoda que me haga sentir la otra persona. Es en ese preciso instante, cuando soy consciente de que no depende de mí sino del otro, en el que mi mecanismo de defensa tendría otras dos opciones:
- Sacar lo mejor de mí, todo para afuera. Apabullante Bea. Como un pavo real que extiende su cola.
- Salir corriendo porque esa situación no se merece mis esfuerzos.
Lamentablemente, el pavo real ha perdido muchas plumas desde que abandoné la isla en la que mostré todos los colores posibles (y alguno inventado) y no se han regenerado.
Lamentablemente, se me da muy mal correr. Patético, ¿verdad?
Y ahí me quedo. Mirando tus manos. Y miro tus manos porque no me atrevo a mirarte a los ojos, no sea que me vayas a ver tú también a mí. O quizás vayas a descubrir mis anhelos. Ese oscuro secreto a voces. Gris oscuro.
Porque has levantado todas las banderas rojas de mis instintos de supervivencia. Todas y cada una de las señales que tengo marcadas para saber cuándo echar a correr en la dirección opuesta a la gente como tú. Pero, de nuevo, se me da mal, muy mal, FATAL, correr.
Así que me paro, me siento y observo. Como los animales en las Nacionales conduciendo de noche. Los hay que cruzan la carretera. Con buena suerte llegan al otro lado. Con mala suerte, acaban bajo las ruedas.
Y los hay que, como si fueran dos bombillas iluminadas, te miran desde el quitamiedos.
Al fin y al cabo ya sabemos, ellos y yo, que el que va a salir corriendo vas a ser tú.
jueves, 17 de marzo de 2016
...sino como acaban
Porque las cosas nunca son como empiezan...
Y es que vosotras dos llegásteis cuándo teníais que llegar. Para ser faro, luz y música. Y para devolverle la alegría a esta casa que estaba volviéndose lúgubre y sombría.
Siempre he dicho que no hay nada como volver a casa. Y no hay nada mejor que esbozar una sonrisa, después de un largo día de trabajo, porque sabes dónde está tu hogar y quienes te hacen feliz en él.
Esta alegre historia tiene varios culpables además de vosotras dos: no necesito nombraros. Sabéis quiénes sois.
miércoles, 16 de marzo de 2016
Libélula
Igual te empecé a escribir demasiado pronto. A ti y a tantos.
La culpa es sólo mía por querer siempre las cosas al momento. No tengo paciencia.
Me gusta dejar fluir las situaciones. Muchas. Pero no estas.
Tengo un reloj dentro de mí que no deja de silvarme su tic tac cada vez que te veo. Cada momento que «pierdo», que siento que no aprovechas, es un paso más lejos de ti y más cerca de la incertidumbre. De ese futuro no escrito y de esa trampa en la que se ha convertido este lugar.
No puedo esforzarme más. No debo. Simplemente porque tengo miedo al ridículo, aunque el no ya lo tenga. Y porque sería incómodo y porque es complicado y por mil motivos más.
Uno de los mil podría ser precisamente la ausencia de una respuesta a un estímulo involuntario, como rozarte la mano sin querer y no sentir nada. O buscar por si me buscas y en cambio verte guardando las distancias.
«El problema es que corres siempre detrás del chico equivocado».
Quizás es cierto. Pero quién es el adecuado. Qué tiene de malo ser quien conquista, a parte del hecho de caer derrotada y exhausta cada vez que sale mal (que es con hastía frecuencia).
Veo unos profundos ojos negros, a veces marrones, que me devuelven la mirada y la sonrisa... Y a veces juegan y a veces no... Y cuando me rindo, me retan. Y cuando les reto, parece como si se rindieran incluso antes de llegar a tablas. ¿Eres tú quien no sabe lo que quiere o puede o soy yo quien sigue viendo fantasmas?
Me siento como un pájaro que se ha encerrado a sí mismo en una jaula.
Busco miradas en las que verme reflejada con demasiado empeño.
Hay quien dice que las encuentras si dejas de buscarlas, pero he estado en ambos lados de esa mecánica.
Quizás eres tú, o tú, o tú... Probablemente no debiera ser ninguno. Debiera ser yo. Salir al mundo, hacer algo más por mí y por otros. Dar pasos hacia lo que realmente quiero o debiera querer...
Pero da tanto miedo volar...
Una pena teniendo un par de alas.
jueves, 3 de marzo de 2016
En línea
Después de estos días tan vertiginosos, en el fondo tan alegres, con tanta vida nueva... Necesito escribir. No puede ser directamente a ti. Como tantas otras veces. Me siento cansada de que tenga que ser así. Vuelven las incongruencias. El sentirme idiota. Las pocas horas de sueño. Interrumpidas. Despertar ansiosa casi cada hora. Estos sentimientos venidos de no sé dónde que van a ningún lugar.
Si pudiera (lo tengo planeado desde hace tiempo), si fuese capaz, si estuviese segura te cogería dulcemente la cara. Recorrería con mis dedos la línea de tu rostro y te preguntaría todo lo que quiero saber. Lo que necesito saber. Te miraría directa a los ojos... Porque tengo la
Lo absurdo de la mente, de lo que crea: pone en funcionamiento el riego sanguíneo y lo detiene; inhala y exhala profundamente, como si fuese la última vez, para llenar esos pulmones que parecen tener dificultades para respirar; eleva las comisuras de los labios; te hace mirar con patética anodía una pantalla telefónica, como si tuviese que ocurrir algo extraordinario, evitando que se apague...
Y lo peor: echa a volar la imaginación. Perversa e hiriente. Porque lo que desconoces se lo inventa, lo maquilla y te lo vende como real a un precio muy caro: la ilusión.
Escribir, borrar, escribir, borrar... Escribiendo... Ojalá.
Me siento idiota. Absurda. Perdida. No quiero pensar que ninguna de las variantes más factibles pueda ser la cierta. Ahí entra la jodida ilusión. Lo que construyo de ti sin ti. Lo que no me vale para mucho.
El corazón que sigue a su ritmo. Se acelera. En línea... Escribir, borrar... ¿Escribiendo? Ojalá...
El frío por la espalda. Una foto que me devuelve la mirada. Te caes, te levantas... Y yo admiro cómo sigues intentando superarte, aunque te cansas. Lo siento y lo considero parte de tu fortaleza. De eso que me imanta. Intento no sentirme así. Acosando tu imagen en mi recuerdo. Sin sentido. Sin verdadera razón. Sólo por una sonrisa. Una sonrisa que empatiza con la mía. Que imito. Aunque sea el peor de los días. ¿Me vigilas? Y yo a ti. Te busco con precavida mirada.
¿En línea...? Ya no.
Pero por si acaso y aunque no sirva de nada me doy cuenta de que sigo mirando, como una idiota, dos pantallas.
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