Nunca me gustó ir a la moda cuando la gente empezó con la fiebre de los blogs.
Adoro escribir. Sobre todo cuando estoy inspirada. Mi vida, desde la primera vez que me enamoré, se basó en escribir cuando las emociones que se me pasaban por el corazón y por la mente, eran demasiado intensas como para expresarlas con la voz. Era el único momento en el que conseguía estar en silencio, concentrada en mis pensamientos.
La lectura, ejercicio que he llevado a cabo desde que aprendí mis primeras palabras, me ayudaba siempre a encontrar la metáfora más similar al sentimiento más encontrado.
Mi hermana siempre me dijo que debía escribir lo que sentía para ser leído. Yo sólo sabía que cada año, revisando entre papeles viejos y usados, encontraba palabras. Poemas en prosa. Historias... Y no es que estuviera orgullosa de todas ellas.
De algunas porque la perfección me llevaba a una autocrítica severa. De las métricas y rimas poco pulidas y vanales.
Otras, porque lo que contaba en ellas, me resultaba infantil, pasado de moda. Obsoleto por haber creído que ese sentimiento llegó a ser tan fuerte. La distancia y el tiempo hacen que las heridas que escribía, fuesen sólo recuerdos, que ni marcas, en la piel.
Pero aún las guardo.
Escribir un blog era otro tema. Tenía mi diario. Sencillo. A mano. Papel y boli. No necesitaba nada más... Pero siempre estaba tan escondido, o lejos, o tan perezoso, que escribir a mano significaba dolor de muñeca, de cabeza, ansiedad por acabar páginas...
Me decidí por utilizar el ordenador. Pero no internet. Un documento de escritura y velocidad en el teclado. Destreza después de tantos años aporreando letras. El problema vino cuando me di cuenta de que un ordenador no dura toda la vida.
Obras mías, mejores o peores. Merecedoras o no de una sonrisa o una lágrima, perdidas en la burocracia de discos duros dañados o memorias RAM perdidas. Recuperar uno o dos y encima que no fueran los que tanto esfuerzo me costaron o de los que estaba orgullosa.
El blog de notas de facebook me dio una idea y cierta privacidad. No sé muy bien cuando decidí dejarlo de lado. Quizás nunca debiera haberlo hecho.
Porque sí, caí. Me hice un blog. En este espacio web.
Una niña con zapatos nuevos. Un nombre con el que identificarme (aunque no fuese el que esperaba) y un montón de espacio por delante para escribir líneas y líneas sobre todas las cosas que quisiera. Que me importaran. Sin tener que decir todo con cada detalle como hacía en el diario, si no transformándolo en algo interesante, rebuscado y metódico.
El problema viene cuando te das cuenta de que, a veces, lo que escribes, lo leen personas que no te esperas que lo hagan. Es internet. Es público (de momento, que según cómo va el país...) y es libre.
Cuando creé este blog, no pensé jamás en si tendría o no lectores. Ni siquiera pensé en lo que esos supuestos lectores podrían llegar a hacer o decir con esa información.
Es una lástima, la verdad, utilizar palabras o sentimientos que otros expresan en lo que creen que es su rincón seguro, con el único objetivo de creer que saben algo sobre ti y de creerse en el derecho de utilizar esa información en decrimento tuyo.
Un blog no es una vida (gracias a quien haya que dárselas), es un lugar para expresar lo que te pasa por la cabeza. Desde los pensamientos más oscuros hasta los arcoiris de un subidón de adrenalina.
Un blog puede ser verdad, mentira o atrevimiento. Puede ser cierto o no lo que se dice. Puede ser un impulso, una sensación. Un ataque de ira, de pánico o de pasión. Incluso un estado de ebriedad en un momento débil de tu existencia.
A veces es un amigo. Le cuentas algo esperando que te guarde en su silencio. Que te entienda. No pides respuestas si no simplemente, dejar que tus ideas vuelen.
Puede ser un momento duro de la vida. O uno lleno de alegría. Puede ser el desenfreno total o la más absoluta represión.
Un blog es una idea. Es el lugar para expresar esa idea. Para transformarla en algo que se aleje de la violencia. Que te acerque más a tí mismo. A la paz que buscas en el momento de escribir. Que te consuele. Algo de lo que te hagas sentir orgulloso.
Es algo que es mío. Sólo mío. Que lo comparto porque el hecho de que sea mío no significa que sea exclusivo e intransmitible, pero sí es intransferible.
Mi blog me otorga derechos y privilegios, los de escribir, los de leer y los de soñar.
Mi blog te otorga derechos y privilegios, los de criticar, los de comentar y los de respetar.
Nadie puede obligarte a mirar algo que no quieres. Yo no puedo prohibirlo porque por algo es público.
Eres bienvenido a leer mi blog. Sin tapujos. No te aseguro que lo que leas te vaya a gustar. Puede que lo odies o puede que lo admires. Puede ser que rías o puede ser que llores. No soy dueño de tus emociones así como tú no lo eres de las mias.
Si me conoces y me quieres, lo leerás para saber qué tal me va. Para alegrarte o entristecerte conmigo. Para apoyarme y ayudarme a levantar en los malos momentos.
Si no me conoces, puede que te sientas identificado o puede que pienses "cómo demonios he acabado aquí".
Si me conoces y no me quieres, si lo lees para mofarte, para cotillear o para hacerme daño, también eres bienvenido. Puede que lo consigas o no. Puede que te rías de mi cuando no esté presente... Pero ten en cuenta que habrás gastado 5' de tu vida prestándome atención cómo si yo te importase algo.
Y esos serán 5' en los que yo habré reído más fuerte que tú.
Adoro escribir. Sobre todo cuando estoy inspirada. Mi vida, desde la primera vez que me enamoré, se basó en escribir cuando las emociones que se me pasaban por el corazón y por la mente, eran demasiado intensas como para expresarlas con la voz. Era el único momento en el que conseguía estar en silencio, concentrada en mis pensamientos.
La lectura, ejercicio que he llevado a cabo desde que aprendí mis primeras palabras, me ayudaba siempre a encontrar la metáfora más similar al sentimiento más encontrado.
Mi hermana siempre me dijo que debía escribir lo que sentía para ser leído. Yo sólo sabía que cada año, revisando entre papeles viejos y usados, encontraba palabras. Poemas en prosa. Historias... Y no es que estuviera orgullosa de todas ellas.
De algunas porque la perfección me llevaba a una autocrítica severa. De las métricas y rimas poco pulidas y vanales.
Otras, porque lo que contaba en ellas, me resultaba infantil, pasado de moda. Obsoleto por haber creído que ese sentimiento llegó a ser tan fuerte. La distancia y el tiempo hacen que las heridas que escribía, fuesen sólo recuerdos, que ni marcas, en la piel.
Pero aún las guardo.
Escribir un blog era otro tema. Tenía mi diario. Sencillo. A mano. Papel y boli. No necesitaba nada más... Pero siempre estaba tan escondido, o lejos, o tan perezoso, que escribir a mano significaba dolor de muñeca, de cabeza, ansiedad por acabar páginas...
Me decidí por utilizar el ordenador. Pero no internet. Un documento de escritura y velocidad en el teclado. Destreza después de tantos años aporreando letras. El problema vino cuando me di cuenta de que un ordenador no dura toda la vida.
Obras mías, mejores o peores. Merecedoras o no de una sonrisa o una lágrima, perdidas en la burocracia de discos duros dañados o memorias RAM perdidas. Recuperar uno o dos y encima que no fueran los que tanto esfuerzo me costaron o de los que estaba orgullosa.
El blog de notas de facebook me dio una idea y cierta privacidad. No sé muy bien cuando decidí dejarlo de lado. Quizás nunca debiera haberlo hecho.
Porque sí, caí. Me hice un blog. En este espacio web.
Una niña con zapatos nuevos. Un nombre con el que identificarme (aunque no fuese el que esperaba) y un montón de espacio por delante para escribir líneas y líneas sobre todas las cosas que quisiera. Que me importaran. Sin tener que decir todo con cada detalle como hacía en el diario, si no transformándolo en algo interesante, rebuscado y metódico.
El problema viene cuando te das cuenta de que, a veces, lo que escribes, lo leen personas que no te esperas que lo hagan. Es internet. Es público (de momento, que según cómo va el país...) y es libre.
Cuando creé este blog, no pensé jamás en si tendría o no lectores. Ni siquiera pensé en lo que esos supuestos lectores podrían llegar a hacer o decir con esa información.
Es una lástima, la verdad, utilizar palabras o sentimientos que otros expresan en lo que creen que es su rincón seguro, con el único objetivo de creer que saben algo sobre ti y de creerse en el derecho de utilizar esa información en decrimento tuyo.
Un blog no es una vida (gracias a quien haya que dárselas), es un lugar para expresar lo que te pasa por la cabeza. Desde los pensamientos más oscuros hasta los arcoiris de un subidón de adrenalina.
Un blog puede ser verdad, mentira o atrevimiento. Puede ser cierto o no lo que se dice. Puede ser un impulso, una sensación. Un ataque de ira, de pánico o de pasión. Incluso un estado de ebriedad en un momento débil de tu existencia.
A veces es un amigo. Le cuentas algo esperando que te guarde en su silencio. Que te entienda. No pides respuestas si no simplemente, dejar que tus ideas vuelen.
Puede ser un momento duro de la vida. O uno lleno de alegría. Puede ser el desenfreno total o la más absoluta represión.
Un blog es una idea. Es el lugar para expresar esa idea. Para transformarla en algo que se aleje de la violencia. Que te acerque más a tí mismo. A la paz que buscas en el momento de escribir. Que te consuele. Algo de lo que te hagas sentir orgulloso.
Es algo que es mío. Sólo mío. Que lo comparto porque el hecho de que sea mío no significa que sea exclusivo e intransmitible, pero sí es intransferible.
Mi blog me otorga derechos y privilegios, los de escribir, los de leer y los de soñar.
Mi blog te otorga derechos y privilegios, los de criticar, los de comentar y los de respetar.
Nadie puede obligarte a mirar algo que no quieres. Yo no puedo prohibirlo porque por algo es público.
Eres bienvenido a leer mi blog. Sin tapujos. No te aseguro que lo que leas te vaya a gustar. Puede que lo odies o puede que lo admires. Puede ser que rías o puede ser que llores. No soy dueño de tus emociones así como tú no lo eres de las mias.
Si me conoces y me quieres, lo leerás para saber qué tal me va. Para alegrarte o entristecerte conmigo. Para apoyarme y ayudarme a levantar en los malos momentos.
Si no me conoces, puede que te sientas identificado o puede que pienses "cómo demonios he acabado aquí".
Si me conoces y no me quieres, si lo lees para mofarte, para cotillear o para hacerme daño, también eres bienvenido. Puede que lo consigas o no. Puede que te rías de mi cuando no esté presente... Pero ten en cuenta que habrás gastado 5' de tu vida prestándome atención cómo si yo te importase algo.
Y esos serán 5' en los que yo habré reído más fuerte que tú.
No hay comentarios:
Publicar un comentario