Tú lo sabías bien. Conocías cada movimiento de mi cuerpo y su significado. Desde la "winning smile" hasta el momento en el que un no, significaba en realidad un sí.
Y después de haberme aprendido y de yo haberte aprendido a tí, vuelvo a empezar. A cometer los mismos errores. Un poco más sabia, pero un poco más débil.
¿Por qué lo sigo intentando? Creo que es una pregunta sin respuesta. La ironía es que contigo no me cansaba. Estaba llena de energía. Podía con todo... Me pregunto si toda esa energía que explotaba por mis poros cuando te conocí, es la misma que ha recargado mis pilas un año después... Pero, y entonces... ¿qué es lo que está mal? ¿Es quizás la pérdida de un ser querido un escape en mis baterías? ¿Será por eso que me siento tan pequeña e indefensa? ¿Cuándo volveré a la normalidad?
La peor parte no es que estés a 1654 km en dirección a los países germánicos.
La peor parte no es que no estés aquí para darme un abrazo y besarme de esa forma que me hacía olvidar el tiempo y el espacio.
La peor parte no es que recurra ahora a tí, cuando hace unos meses te convertiste en un extraño.
La peor parte no es que te haya dejado volver a mi vida tan fácilmente.
La peor parte es que me he encariñado de un desconocido. Es que son esos abrazos los que echo en falta. Es que he perdido antes de tenerlo, la sensación de complicidad, de encontrar a alguien con quien hablar, de otra forma, con otras palabras, de aquellas cosas que contigo, a lo mejor me resultaban más difíciles. Que era esa parte que me faltaba de ti. Que sólo se mide por las diferencias del idioma. Que no tiene nada que ver con la felicidad, porque como contigo, no era feliz con ningún otro.
Y es que ese desconocido no me conoce. No ve lo que tú veías en mi que me hacía ser tan especial. Y deseaba tanto que me dejara enseñárselo, que me he quedado a medio gas. Y ruego. Y me arrastro... pero tú no me dejabas hacer eso, porque sabes que entonces me partía, como un huevo tras un golpe seco.
Porque yo no espero a que tú me pidas amor. Porque lo daba incondicionalmente... y darlo, y ver cómo lo desprecian, cómo desprecian lo que soy, me parte por la mitad, porque no conozco otra forma de hacer las cosas.
Pensé que después de tí no podría haber nadie. Me equivoqué. Era posible.
Pero aún así...
Y después de haberme aprendido y de yo haberte aprendido a tí, vuelvo a empezar. A cometer los mismos errores. Un poco más sabia, pero un poco más débil.
¿Por qué lo sigo intentando? Creo que es una pregunta sin respuesta. La ironía es que contigo no me cansaba. Estaba llena de energía. Podía con todo... Me pregunto si toda esa energía que explotaba por mis poros cuando te conocí, es la misma que ha recargado mis pilas un año después... Pero, y entonces... ¿qué es lo que está mal? ¿Es quizás la pérdida de un ser querido un escape en mis baterías? ¿Será por eso que me siento tan pequeña e indefensa? ¿Cuándo volveré a la normalidad?
La peor parte no es que estés a 1654 km en dirección a los países germánicos.
La peor parte no es que no estés aquí para darme un abrazo y besarme de esa forma que me hacía olvidar el tiempo y el espacio.
La peor parte no es que recurra ahora a tí, cuando hace unos meses te convertiste en un extraño.
La peor parte no es que te haya dejado volver a mi vida tan fácilmente.
La peor parte es que me he encariñado de un desconocido. Es que son esos abrazos los que echo en falta. Es que he perdido antes de tenerlo, la sensación de complicidad, de encontrar a alguien con quien hablar, de otra forma, con otras palabras, de aquellas cosas que contigo, a lo mejor me resultaban más difíciles. Que era esa parte que me faltaba de ti. Que sólo se mide por las diferencias del idioma. Que no tiene nada que ver con la felicidad, porque como contigo, no era feliz con ningún otro.
Y es que ese desconocido no me conoce. No ve lo que tú veías en mi que me hacía ser tan especial. Y deseaba tanto que me dejara enseñárselo, que me he quedado a medio gas. Y ruego. Y me arrastro... pero tú no me dejabas hacer eso, porque sabes que entonces me partía, como un huevo tras un golpe seco.
Porque yo no espero a que tú me pidas amor. Porque lo daba incondicionalmente... y darlo, y ver cómo lo desprecian, cómo desprecian lo que soy, me parte por la mitad, porque no conozco otra forma de hacer las cosas.
Pensé que después de tí no podría haber nadie. Me equivoqué. Era posible.
Pero aún así...
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