Faltan cinco minutos para el final del año del fin. 2012. Te despido con una sonrisa.
Han pasado muchas cosas en este año. Has sido intenso. Intenso para las lágrimas. Intenso para las risas.
Has estado lleno de saludos y despedidas, pero sobre todo de amor.
Te recordaré lleno de vida. Lleno de cambios.
He experimentado tanto. He crecido. Me he hecho más fuerte y más débil. Me he renovado en ti.
Me he superado. Lo he superado.
Me gusta sacar lo positivo de las cosas al pasar el tiempo. Aunque no sea capaz de verlo siempre en el momento en el que ocurren. Ya no me acuerdo de lo malo. Eso es algo que aprendí hace mucho.
Echo la vista atrás y veo caras amigas. Veo vida. La sensación de la auto-realización.
No puedo creer lo rápido que pasan los días.
Este año he viajado. He viajado más de lo que jamás pensaré que viajaría. He estado en Italia, en Suiza, en Inglaterra y en Grecia... Mi Grecia... Porque si algo ha marcado este año, ha sido el erasmus.
Te despido lleno de miradas. Miradas de complicidad. Miradas pícaras. Miradas llenas de ternura. Miradas que me enamoraron.
No olivaré tus olores, tus sabores, tus sonidos, tu música, tus besos y abrazos. No olvidaré tus paisajes, que se convirtieron en mis paraísos. Incluso aquellos que tuve la oportunidad de escalar.
Tampoco tus aeropuertos. Tus aviones. Sobre todo los de ida y los de vuelta. Los autobuses, también los urbanos, los tranvías, los metros, los ferries. Tus viajes en coche, en moto, en bici ni tus paseos. Paseos a montañas y playas griegas, corfiotas o no. Paseos en islas en el medio del mar, pero tampoco tus paseos en la pequeña Soria. Los del Duero, los de la Sierra. Los de Palencia.
Se quedan conmigo las compañías. Todos esos amigos viajeros. Todas sus nacionalidades. Pequeñas y grandes familias. Sus caras. Sus sonrisas. Sus juegos. Nuestros juegos. El adentrarse en el mar, incluso aunque no hiciera pie. Obviando mis miedos.
Barbacoas, terrazas, tintos de verano, bolas de playa, hamacas, ρετσίνα, riojas.
Los rincones, los pensamientos, las rocas... sobre todo las azoteas... esas azoteas en las que me sentía yo. Me escapaba, sola o acompañada. Y miraba las estrellas y escuchaba la noche.
Los cafés, esos cafés que tanto echo de menos. El olor a puerto... el salitre. Tan distinto el del mar Jónico que de aquel que sentí al llegar al Cantábrico.
Imágenes que dan vueltas en mi cabeza. Imágenes in situ. Videollamadas. Momentos. Griegos y españoles. De aquí y de allá. Pequeños retales de mi vida. Tan lejanos y tan reales. Personas. Familia. Vuestras voces. El sonido de las carcajadas. Las mías y las vuestras. Las vuestras y las mías.
Despido este año porque no puedo volver atrás. Porque el borrador de este año pasa página.
Despido a los piropos. Al brillo del deseo en sus ojos, en los tuyos.
Sólo digo adiós al año, que no volverá. A todas mis memorias les digo hasta luego. Hasta dentro de cinco segundos, cuando vuelva a recapitular y a acordarme de esos instantes.
Y sin decir adiós, está la bienvenida al quererme. A mí, a mi cuerpo. Porque supe decidir los momentos idóneos. Porque supe escuchar a mi espíritu salvaje. Por ser valiente y no volver a dejar de serlo.
Sigo acunando al verbo amar. Porque no me canso. Es innato. Está en mí.
Ay 2012. Me devolviste la magia. Ese momento de hoguera. El fuego.
Hace tiempo dejé de recordar qué le pedía a un año nuevo. No quiero nada. No sé qué te pedí. Ni siquiera sé si pedí algo. No me importa. La cosecha ha sido buena. Año de bodega.
Os llevo conmigo. A la gente buena del 2012. Desde enero a diciembre. A los nuevos, a los viejos y a los del intermedio. Tenéis un trocito de mi corazón. Lo queráis o no, es vuestro.
Sed felices. Yo haré todo lo posible por ofreceros esa felicidad. Y quereros mucho. Queredme mucho. Que yo estoy hecha de eso y no sé hacerlo de otra manera.
Y la vida es corta.
Y lo merece, siempre y cuando...
...siga siendo a vuestro lado.
Han pasado muchas cosas en este año. Has sido intenso. Intenso para las lágrimas. Intenso para las risas.
Has estado lleno de saludos y despedidas, pero sobre todo de amor.
Te recordaré lleno de vida. Lleno de cambios.
He experimentado tanto. He crecido. Me he hecho más fuerte y más débil. Me he renovado en ti.
Me he superado. Lo he superado.
Me gusta sacar lo positivo de las cosas al pasar el tiempo. Aunque no sea capaz de verlo siempre en el momento en el que ocurren. Ya no me acuerdo de lo malo. Eso es algo que aprendí hace mucho.
Echo la vista atrás y veo caras amigas. Veo vida. La sensación de la auto-realización.
No puedo creer lo rápido que pasan los días.
Este año he viajado. He viajado más de lo que jamás pensaré que viajaría. He estado en Italia, en Suiza, en Inglaterra y en Grecia... Mi Grecia... Porque si algo ha marcado este año, ha sido el erasmus.
Te despido lleno de miradas. Miradas de complicidad. Miradas pícaras. Miradas llenas de ternura. Miradas que me enamoraron.
No olivaré tus olores, tus sabores, tus sonidos, tu música, tus besos y abrazos. No olvidaré tus paisajes, que se convirtieron en mis paraísos. Incluso aquellos que tuve la oportunidad de escalar.
Tampoco tus aeropuertos. Tus aviones. Sobre todo los de ida y los de vuelta. Los autobuses, también los urbanos, los tranvías, los metros, los ferries. Tus viajes en coche, en moto, en bici ni tus paseos. Paseos a montañas y playas griegas, corfiotas o no. Paseos en islas en el medio del mar, pero tampoco tus paseos en la pequeña Soria. Los del Duero, los de la Sierra. Los de Palencia.
Se quedan conmigo las compañías. Todos esos amigos viajeros. Todas sus nacionalidades. Pequeñas y grandes familias. Sus caras. Sus sonrisas. Sus juegos. Nuestros juegos. El adentrarse en el mar, incluso aunque no hiciera pie. Obviando mis miedos.
Barbacoas, terrazas, tintos de verano, bolas de playa, hamacas, ρετσίνα, riojas.
Los rincones, los pensamientos, las rocas... sobre todo las azoteas... esas azoteas en las que me sentía yo. Me escapaba, sola o acompañada. Y miraba las estrellas y escuchaba la noche.
Los cafés, esos cafés que tanto echo de menos. El olor a puerto... el salitre. Tan distinto el del mar Jónico que de aquel que sentí al llegar al Cantábrico.
Imágenes que dan vueltas en mi cabeza. Imágenes in situ. Videollamadas. Momentos. Griegos y españoles. De aquí y de allá. Pequeños retales de mi vida. Tan lejanos y tan reales. Personas. Familia. Vuestras voces. El sonido de las carcajadas. Las mías y las vuestras. Las vuestras y las mías.
Despido este año porque no puedo volver atrás. Porque el borrador de este año pasa página.
Despido a los piropos. Al brillo del deseo en sus ojos, en los tuyos.
Sólo digo adiós al año, que no volverá. A todas mis memorias les digo hasta luego. Hasta dentro de cinco segundos, cuando vuelva a recapitular y a acordarme de esos instantes.
Y sin decir adiós, está la bienvenida al quererme. A mí, a mi cuerpo. Porque supe decidir los momentos idóneos. Porque supe escuchar a mi espíritu salvaje. Por ser valiente y no volver a dejar de serlo.
Sigo acunando al verbo amar. Porque no me canso. Es innato. Está en mí.
Ay 2012. Me devolviste la magia. Ese momento de hoguera. El fuego.
Hace tiempo dejé de recordar qué le pedía a un año nuevo. No quiero nada. No sé qué te pedí. Ni siquiera sé si pedí algo. No me importa. La cosecha ha sido buena. Año de bodega.
Os llevo conmigo. A la gente buena del 2012. Desde enero a diciembre. A los nuevos, a los viejos y a los del intermedio. Tenéis un trocito de mi corazón. Lo queráis o no, es vuestro.
Sed felices. Yo haré todo lo posible por ofreceros esa felicidad. Y quereros mucho. Queredme mucho. Que yo estoy hecha de eso y no sé hacerlo de otra manera.
Y la vida es corta.
Y lo merece, siempre y cuando...
...siga siendo a vuestro lado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario