Star memories

lunes, 23 de diciembre de 2013

Mamá, papá... Soy demisexual

Hace poco me he enterado de que existen varias calificaciones (además de las ya conocidas) para definir la sexualidad de una persona. Una de ellas, llamada demisexualidad, me hizo especialmente gracia. Me causó simpatía. Me hizo sentir identificada.
Respecto a lo que he encontrado del tema en la web, poco que comentar. La definición, a la wikipedia... Pero lo que me ha parecido especialmente curioso, es el bombo y platillo que he leído que se le da a esta orientación siempre hablando desde el enfoque de la asexualidad.
Yo nunca he sido asexual. Al menos nunca me he sentido así. Lo que he sentido han sido pavor y ataques de pánico a la intimidad con otra persona. Supongo que cada uno tendrá sus motivos, y no puedo decir que todos los casos sean iguales, pero yo parto de la base de que todos los seres somos sexuales. Incluso de que nacemos bisexuales, y luego ya decidimos por el camino...
Y yo no elegí ser lo que soy. Vino dado por una circunstancia en concreto, por una primera vez que estuvo más cerca de una violación que de un cuento de hadas. De ahí el pavor, cuando sientes que te arrancan tu identidad en un momento en el que esperabas encontrarte fuegos artificiales.
Siempre pensé que me gustaría el sexo. Y no digo que ahora no me guste, pero si de mi demisexualidad se trata, no pretendas que me vaya a la cama con un tío de una noche al que no conozco de nada y por el que no siento nada. Y con nada me refiero a "Lo siento, pero no me pones una mierda, aunque te haya dado un beso de película".
Creo que la sexualidad, y lo que se entiende por practicar el sexo y la importancia que le des, viene dada por una serie de circunstancias que rodean al individuo. Valores y miedos inculcados de padres a hijos, experiencias positivas o negativas en el conocimiento del otro a través de los genitales y, por desgracia, de tu género en un alto porcentaje de las veces...
No se trata éste de un discurso deontológico sobre los valores y miserias varias evangelizadas mediante una serie absurda de religiones rancias y abusivas. Se trata de uno mismo.
Yo soy una romántica empedernida, pero eso no me ha hecho ser demisexual. Me encantaría ser capaz de coger a un desconocido que me ponga a mil y vivir una noche de sexo desenfrenado mancillando hasta las escaleras del portal... Pero no puedo. Me gustan los orgasmos, me gusta disfrutar de mi cuerpo y me ponen cachonda según qué personas. Algunas incluso inesperadas. Pero llegada la hora de la verdad, no puedo.
Que nadie se eche las manos a la cabeza y se esconda y escude en el "cada uno es como es" o me tache de termostato de ningún tipo. Detrás de la demisexualidad (y no quiero decir detrás de todo tipo de demisexualidad o asexualidad), no se esconden valores de respeto personal, o de no sentir absolutamente nada (nadie es de piedra), ni las creencias de cada cuál, ni ganas de provocar a otro y dejarle a medias. Detrás de la mayoría, me atrevo a decir como es mi caso, se encierran en realidad los complejos. Hacia uno mismo, hacia nuestro propio cuerpo, hacia el ridículo y la mofa. Al no saber qué hacer y al miedo que nos da experimentar, tirarnos a la piscina. En mi caso, porque la primera vez que lo hice me dejó destrozada física y psicológicamente. Y duele dejar entrar en esa parte tan dura de ti mismo, que has ocultado con tanto mimo debido a su fragilidad, al torbellino de emociones que causa depender del ejército de Atila. El miedo a no ser entendida, a ser tachada de rarita. Lamentablemente también el miedo al odiado "calientabraguetas" o a que un "no" se tome como un "insiste un poco más". A la crítica del otro cuando, a pesar de amarte y amar tu cuerpo, te sientes estúpida en sus brazos. El miedo al rechazo y al abandono tras una primera vez, porque tu cuerpo igual necesita un segundo intento para relajarse y ser espontáneo (ocurre, doy fe). Porque si de aquella primera vez tardé siete años y un erasmus en levantarme, ¿qué clase de hombre querría a una mujer herida de este modo? ¿Qué pasará si no me apetece con un extraño cuando aquel de la primera vez decía ser mi mejor amigo y se llevó tanto de mí? ¿Para qué volver a ponerme en una situación de peligro y arriesgarme a que la palabra "no" vuelva a atascarse en mi garganta?
Pues por una sencilla razón: porque vivo en una sociedad que inculca a la víctima que debe protegerse, pero no a un agresor que eso es un delito grave. Y si la víctima no se protege, su argumento sería que yo misma me metí en eso porque quise. Que yo provoqué esa situación. Y volvemos a la pescadilla que se muerde la cola.
Porque según lo investigado, se necesita un fuerte vínculo emocional para que una persona demisexual mantenga relaciones sexuales. Pero yo creo en el amor a primera vista, y un vínculo se puede formar de una mirada, pero no siempre con la misma intensidad por ambas partes, lo cuál niega la premisa de que tenga que existir un fuerte vínculo con esa persona, o que deba ser tu pareja, puesto que no tengo pareja desde los dieciséis y mi primera y traumática primera vez fue a los dieciocho, a cinco días de cumplir diecinueve.
Así que duele el doble cuando te sientes capaz de volver a intentarlo. Cuando te vuelves pícara, provocadora... Cuando vuelves a ser tú con alguien ajeno, y te dan una soberana patada en el culo, acompañada o no de explicación.
Presupongo entonces, que la demisexualidad va asociada al vaginismo, ya que, sin excitación sexual, los músculos de la vagina se mantienen en tensión, no permitiendo la penetración, de ahí que duela... Pero, cómo dijo Alejandro Jodorowsky: "Cuando llegue el amado hombre de tu vida, tus cuatro labios se abrirán como si su falo fuera el Mesías. Él no empujará, será absorvido". (Y también doy fe de que esto es verdad.)
No me educaron para acostarme con todo perro pichichi, pero siempre fui una transgresora. Y de hecho nadie piensa, cuando me conoce por primera vez, que ese oscuro pasado pueda ser el mío. Pero es que no me gusta ir dando pena, aunque ahora sepa tratarlo con la convicción de que soy una superviviente. Que no fue culpa mía. Porque mi caso no es único, por desgracia.
Entonces, ¿qué queda? ¿Soy demisexual porque quiero o porque no he tenido más opciones dadas mis circunstancias?
Pensé que el ponerle nombre a mi orientación tendría sus ventajas... Aunque no estoy totalmente convencida de querer ser encasillada.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Alexitimia

11/12/13
11:30

Aún me estremezco si se me vienen a la mente tus recuerdos. Ahora mismo como un volcán. Sin preaviso. Te has asomado a mi mente y a mi bajo vientre.
Esos besos furtivos, las miradas a través de la hoja de la puerta mientras me duchaba, las mañanas que empezaban con un beso y acababan enredados en la cama, los besos en público, escasos, mezclados con sabor a cerveza y la pérdida del autocontrol;
Pensar en tí me crea ansia, dolor de cabeza, necesidad de tenerte delante y dudar entre besarte otra vez o darte una bofetada... Pero sobretodo, pensar en tí hace que se me salten las lágrimas. Que te extrañe, que se me pare el corazón, que te odie y que mi estómago se llene de mariposas.
Hiperventilando... es eso o dejar escapar un suspiro.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

¿Te haces viejo de repente?

Me siento gruñona. Como una abuela. Como si las cosas hubiesen dejado de ser para mí simplies niñerías y empezase a llamarlas por su nombre, a tomármelas por lo que valen.
De repente tengo conciencia del tiempo. Del que dispongo, del que pierdo y del que ha pasado.
Me pregunto si la vejez llega de repente. Me siento menos niña, menos segura y capaz de conquistar el mundo con el dedo meñique.
Tiendo a alejar a la gente de mí. Últimamente estoy huraña...
No es mi autoestima. Me miro al espejo y soy consciente de lo que veo. Veo a una mujer hermosa, a una niña sonriente... pero no me creo que alguien más pueda desear eso.
Estoy atrapada en una edad. Yo que decía que el amor no entendía de eso.
Estoy atrapada en el patriarcado. Creo que sólo puedo gustar a alguien de mi misma edad o mayor... Porque no es natural que una mujer ande con un joven, pero sí que un hombre, ande con una.
En el ambiente universitario en el que me muevo, lo más normal es encontrarme con chicos menores que yo... Y cada vez que uno se me acerca, lo aparto. "Yogurines", les llamo... Como si quisiera dejar claro que son demasiado pequeños... aunque no tengan por qué. Creo sinceramente que no es su edad lo que me asusta, si no la mía. Temo que salgan corriendo al saber cuántos años tengo en realidad y que piensen que no entienden qué hago en un ambiente de este tipo...
Y ante el miedo a ser rechazada, me adelanto sin preguntar y les rechazo yo. Pongo una barrera. Y la pongo yo. No sea que alguno la ponga antes y raje este delicado corazón de cristal que últimamente parece romperse casi hasta con moverme.
Siento como si ya nada fuese a ser lo que era... Como si el irremediable paso del tiempo me estuviera arrastrando, despojándome de mi trono.
Por primera vez echo en falta lo que no hice: por qué no estudié más, por qué no abracé más a mis padres y hermana, por qué no intenté ser mejor hija, menos rebelde. Por qué no pasé más tiempo de calidad con aquellos a los que, a pesar de estar a sólo 200km, echo tanto de menos...
Me pregunto si son ellos los únicos que me entienden. Me pregunto si al pasar tanto tiempo con la gente de aquí y no sentirme realmente valorada o entendida, discuto tanto o me afectan tanto las cosas con ellos... ¿es posible que mis verdaderos y mejores amigos, con los que no puedo pasar tanto tiempo porque no están cerca, son sólo un espejismo que la distancia hace posible? Y me vienen las tristezas... Y me cuesta cada vez más llorar. Les pongo diques a mis ojos para no sentirme más débil de lo que ya me siento.
Se me ha olvidado flirtear con la vida. Guiñarle un ojo de vez en cuando y tirar para adelante.
Yo sé quién soy, aunque me sorprenda a mí misma a veces. Pero empiezo a dudar de si los otros me conocen.
No entiendo porqué aquí, en varias ocasiones, no encajo. Y cuando creo que podría hacerlo, me doy cuenta de que en realidad no quiero hacerlo.
Muchas risas, muchas palabras, muchos "qué tal"... me parecen falsos e irreales. Nada creíbles. Con doble sentido. 

No hay marcha atrás. No puedo acabar aquí y volver a casa con el rabo entre las piernas y seguir viviendo de papá y mamá. Es hora de empezar a ser yo quién les devuelva todo lo que han hecho por mí. Pero da un miedo de cojones. Y a lo mejor, para no perder todo lo que tengo, prefiero alejar de mí lo que sé que no volverá a ser como era. Aunque me haga sentirme sola. Y sentirme una mierda por haber hecho daño a quienes en realidad quiero tanto. Y porque al alejarlos, el no sentirme valorada por ellos se da por hecho... Porque me reafirmo en mi convicción de que no son reales.
Me pregunto si es cierto que las cosas han cambiado tanto o soy yo la que lo ha hecho. Ahora prefiero tragar saliva para pasar el nudo en la garganta en vez de abrir las compuertas de la presa.
Arrastro los recuerdos como el fantasma de Canterville arrastraba su pesada bola... Sé que soy inteligente. Sé lo que puedo aportar. Pero ya no sé dónde está mi sitio.
Parece que se me haya olvidado cómo se ama a un extraño. Como si me aterrase la idea de dejar entrar a alguien más. Quisiera pensar que es porque en mi corazón ya no cabe nadie... pero en realidad me mata la idea de que quizás soy yo quién ha perdido el toque de ser amada por los demás.


Hoy es 11/12/13, la última fecha secuencial que viviremos jamás...