Star memories

lunes, 31 de julio de 2017

Noventa y nueve

Ya no se acuerda de la edad que tiene. Hoy cree que tiene setenta y nueve años. En realidad son veinte más.
Nació el 31 de julio de 1918, en el Corral de Paredes, Calle Rizarzuela, en Palencia.
Hija de Isabel Balbás, bordadora, y Gregorio Hernández, jefe de la policía municipal, al que conocían como el chulo de la viruta.
La menor de tres hermanos sin contar el último nacido que murió muy joven y se llevó a su madre con él.
Sus hermanos, Gregorio y Joaquín, al cual me parezco sobremanera, la querían a morir. Su padre, también.
Tanto es así, que a los 18 años antepusieron su vida a la de ellos y pidieron un favor a la Guardia Civil: sacar a la pequeña del casino cuando los fascistas los retuvieron para llevarlos a la cárcel el 19 de julio del 1936, de dónde saldrían un mes después para ser asesinados en los instantes previos a Guerra Civil vil, cruenta e injustificada.
Tuvo trece hijxs. Ocho vivxs. Cuatro no llegaron a nacer. Una no llegó a sobrevivir al año.
Su hija pequeña es mi madre.
Tiene veintitrés nietxs, de lxs cuales mi hermana es la número dieciocho​ y yo la número veintidós.
Recuento de biznietos, veintiuno. Diecinueve nacidxs y dos en camino.
Ha vivido una guerra, dos dictadura, una falsa transición.
Ha llorado ante la muerte de un dictador por miedo más que por convicción y ha visto morir a más seres queridos​ que nadie que yo conozca.
Ha vivido catorce años socialistas en los que ella era la más orgullosa de todxs.
Me enseñó a conocer mi historia familiar desde que tengo uso de razón. Me enseñó lo que significa levantar el puño en alto y a cantar la Internacional cada primero de mayo.
Me cambió los pañales, me dio de comer, me dio todo el amor que se puede pedir de una abuela.
Verla, si cierro los ojos y rememoro los recuerdos de infancia, era como si sonase música y se iluminase la estancia.
Me ha limpiado la sangre de las mil y una caídas que tenía de pequeña, porque yo, si me caía, lo hacía a lo grande.
Le he dado disgustos, a ella y a mi madre, y ninguna ha dejado de quererme.
Me han enseñado, sin saberlo, lo que es el matriarcado. Y, mi padre, lo que es el feminismo y la República.
Nos hemos enfadado, nos hemos reído juntas, hemos llorado y nos hemos querido cómo si fuese el último día en la tierra.
Hoy en día me reconoce muy de vez en cuando. Me confunde con mis primas, con mis tías y, a veces, con mi madre.
No puedo culparla. Demasiados recuerdos tiene como para ser capaz de seguir clasificándolos todos.
Tuvo dos perros. Un pastor alemán y un perro lobo. Lerroux y Azaña. Sus nombres ya dicen mucho de lo que es ella.
Han escrito un libro sobre las víctimas de la guerra en Palencia con la ayuda de su testimonio y la de otros supervivientes.

Un día nos hicimos una promesa: no se puede morir antes de que yo me eche novio. Igual por eso sigo soltera. Igual por eso ella sigue resistiendo.

Puede que sus recuerdos sobre mí, sobre su vida, sobre quién es estén borrosos y se entremezclen en su cabeza de tal manera que ya no sabe darles explicación o coherencia. Pero nosotras sí lo hacemos. Nosotras sí conocemos su historia. Y, aunque ella no lo sepa o no sea consciente, tiene todo nuestro amor. Y su memoria también es la nuestra.
Hoy mi abuela cumple noventa y nueve años.
Y yo sólo deseo que, cuando vuelva de EEUU, pueda escribir que ha llegado a los cien.

miércoles, 12 de julio de 2017

Memoria llena

En realidad era más fácil amar un recuerdo.
Algo idealizado, lejano.
Imperfectamente perfecto.
Algo que no tenía por qué volver a atormentarme.
Algo impalpable, invisible.
Debí dejar la memoria llena,
El disco duro de mi cerebro ocupado de él,
De Grecia. Del paraíso.
Porque hacerlo me quitaba sueño,
Y tiempo.
Y ganas.
De haberlo hecho,
No habría tenido tiempo para ti,
Para tus mentiras,
Para tus olvidos,
Para tus borracheras,
Para tus amarme a medias.
No habría tenido tiempo de hablar de ti,
Con rabia,
Con ira,
Con celos.
No sentiría humillación,
Ni vergüenza,
Ni cariño, ni rabia, ni ira, ni celos.
Seguiría siendo yo. Rota, pero menos.

Me queda un último cartucho,
Un vuelo.
Pronto tú también pasarás a ser un recuerdo.
Pero esta vez,
Prometo eliminar mucho antes
Tus sobras, tus restos.

Memoria llena. ¿Eliminar elementos?
Sí.
Y después, como tú, el silencio.