Star memories

lunes, 25 de noviembre de 2019

"Fina filipina"

Una vez más empieza la rueda. Esa que gira y me deja mareada, al borde de la náusea. 
Creo que estamos demasiado acostumbrados a escoger mal las palabras con las que dirigirnos a las personas. Y no sólo eso: creo que, con demasiada frecuencia, expresamos lo que sentimos en un acto completamente egoísta de liberarnos sin parar a pensar qué puede sentir la persona que recibe dichas palabras. 

Me ha pasado algo que hacía mucho no me pasaba y estoy intentando poner en una balanza si ha sido algo positivo o negativo o si ha tenido una repercusión más positiva o más negativa en mí. 
¿Os acordáis de esos amores a primera vista que te atraviesan la vista y las entrañas? Hace tiempo que no estoy cómoda en mi propia piel. Me quiero y sé lo que valgo. Sé que soy inteligente, divertida, fiel a mis amigos, empática y concienciada del mundo que me rodea... Pero las imposiciones sociales siguen siendo algo con lo que lucho cada día: sé perfecta. Curvas perfectas, cuerpo perfecto, entra en la talla perfecta...
Así que cuando el chico que te atraviesa la vista y las entrañas desde la primera vez que le viste, alguien a quien ves inalcanzable, te dice que le gustas, se te desmontan todos los esquemas. Te dejas llevar por las palabras que alimentan el ego. Pero, ¿cuál de todos? Me encantan tus pechos, tu culo, te pondría fina filipina... ¿Y qué hay de mi persona, de mi cerebro? 
Me quedé con ganas de preguntarle si sólo era mi físico lo que le resultaba tan apetecible. Me sentí invencible durante diez segundos para pasar a cuarenta y ocho horas de dudas. 
¿Por qué? ¿Por qué soltar una bomba que tambalea mis cimientos si ambos sabemos que no se puede? ¿Puede una persona ser sincera cuando dice que está enamorada de otra pero tener tantas ganas de mí? ¿Es eso amor? 
El amor es química pura. Son hormonas. 
Dicen que el amor, durante los primeros meses, es irresistible. Yo lo entiendo como algo cegador. Una sensación que, sobre todo al principio, te impide ver cualquier otra cosa que no sea la persona de la que crees estar enamorado. 
Por eso no entra en mi cabeza el razonamiento de "ponerte fina filipina" mientras dices que estás enamorado de otra. Sobre todo porque no sé dónde me deja eso a mí. ¿Soy acaso un objeto de sustitución? ¿Es eso lo único que ves en mí? ¿Un culo y unas tetas? 
¿Puede alguien entender alguna vez que estoy harta de ser la otra? ¿La que no se escoge? ¿La que despierta deseo pero no es con quien se quedan? 
Mis alas son muy alargadas y muy libres. Muchas veces soy yo quién se pone el freno y toma la dirección contraria porque no me vale cualquiera, porque no me gusta escoger a alguien de un catálogo deslizando mi dedo a izquierda y derecha como si las personas fuesen mercancía que compras en AliExpress. No necesito una aplicación para conocer a alguien. Yo necesito mirarte a los ojos y saber qué llevas dentro, quién te ha hecho daño, quién te ha amado, quién te ha dado vida y alas para llegar hasta donde estás. Lo que te apasiona, te asusta y te libera. Yo necesito darte un abrazo y que me tiemblen las piernas y el alma. Y eso no me lo da un dispositivo móvil. Todos somos otra persona a través de una red social. Somos lo que se espera de nosotrxs. Somos el filtro que nos afina y tersa la cara, somos lo que publicamos sin saber si quiera si sabemos leer o escribir, somos las fotos de nuestros viajes como si no hubiéramos tenido que partirnos la espalda a trabajar para poder pagarlos.

A mí me gustaría que vieras cómo soy sin un filtro. Sin la pantalla delante. Simplemente por ser yo y no un culo y unas tetas. 
Que te sepas mi nombre, sí, porque lo sabes y no te lo puedes quitar de la cabeza... Pero que no dudases. Que por saber mi nombre supieses de dónde vengo. Que tengo una historia y unas raíces. Que la guerra civil hirió de muerte a mi árbol genealógico. Que mi abuela, mi padre y mi madre nos enseñaron a mi hermana y a mí a luchar por lo que es justo pero sin odiar a nadie. Que sé perdonar y compartir porque soy la 22 de 23 nietxs que tenía mi abuela. Que este año sufrí su pérdida y ha sido lo más doloroso que me podía pasar en la vida. Que he viajado y que, cuando vivo fuera, hago hogar.
Que si doy muchos abrazos y besos es porque los siento y los necesito, porque con amor se puede salvar al mundo. 
Que sé cosas tan interesantes como absurdas que me han ganado el apodo de "Beapedia" entre mis amigxs auxiliares. 
Que me han roto el corazón tantas veces que he perdido la cuenta pero decidí no darle nunca a nadie el derecho de cambiarme o de borrarme la sonrisa porque quienes vengan después no son culpables de quienes ya se fueron. 
Que soy una superviviente. 
Que tengo tanta familia extranjera que podría cruzar Europa y la mitad de América, de norte a sur, saltando de casa en casa. 
Que no tengo dinero, ni casa, ni coche (aunque tenga carnet y me encante conducir) pero que tengo sueños, ideales y una legión de gente que me quiere, a mi lado, cada día de mi vida. 
Yo también te pondría fino filipino. Pero prefiero decirte que me encantan tus ojos que parece que miran con cautela al mundo. Que las arruguitas que los enmarcan me explican que has vivido y seguramente has sonreído mucho. Que estoy segura de que en tu mente cabe toda la creatividad del mundo porque miras la vida a través de un objetivo. Que me encantan tu pelo negro y tu piel morena porque parece que esconden la herencia de la sangre árabe que corre por nuestras venas. Que después de mirarte a los ojos miré tus manos porque quería imaginarte tocándome con ellas. Que cuando te veo de año en año nunca sé cómo reaccionar porque no sé si te acordarás de mí y que, cuando veas que no te miro o no te hablo o juego con el pelo de Iván sentado al lado tuyo lo hago porque tengo miedo a que se note demasiado que quiero mirarte, hablarte y que sea tu pelo con el que juego. 
Que te abrazo poco porque no quiero incomodarte y porque tengo miedo a que me tiemble hasta la voz si me dices algo, pero te abrazaría mucho y muy fuerte como si al hacerlo fuese a juntar todas tus piezas. 
Y que sí, que yo también te haría de todo. Pero no una noche, sino todas. Hasta que averiguase si quiero o no seguir caminando sola. 

martes, 23 de julio de 2019

The German adventure

//Spanish below//
//Versión en castellano más abajo//

Little I knew, a year ago, that I would make such great friend across the Atlantic.
A ten months adventure full of tears, laughs, arguments and love.
Little I knew too that coming back to Spain would give me a year of loses.
I lost my bunny, who walked with me through all my college and master's career and I lost my grandma less than a year after that.
I also lost in love since I wasn't able to overcome a heartbreak that I carried with me for more than two years and still leaving me breathless, hopeless and doubtful about the feelings we hold on each other.
Last year Lisa got engaged with Daniel and thought I'm not a big fan of people getting married and/ or having kids, four of the five European and Mexico house are coming to her this weekend to celebrate life and the love and respect we profess to one and other.
These past weeks I've been sad, cranky and on the edge of bursting into tears every five minutes because, let's be honest, grief is fucking hard to deal with.
On Friday I'll be traveling to Frankfurt and Würzburg and I suddenly realized how fuckingly in need I am to be far away from Soria and how much I need to hug and cry these beautiful lights that were my clouds and sunshine during nine long months.
So hold on tight, darlings: the European Mexico crew is back.

•••

Quién me iba a decir, hace un año, que haría tan buenas amigas y amigos al otro lado del Atlántico.
Una aventura de diez meses llena de lágrimas, risas, discusiones y amor.
Quién me iba a decir que, volver a España, me daría un año de pérdidas: perdí a mi conejito, que caminó conmigo durante mis años universitarios y de Máster y perdí a mi abuela menos de un año después.
También perdí el amor, ya que no fui capaz de superar una ruptura que llevé conmigo durante más de dos años; que me sigue dejando sin respiración, sin esperanza y en un mar de dudas en cuanto a lo que sentimos el uno por el otro.
El año pasado Lisa se prometió con Daniel y, aunque no soy fan de casarse y/o tener hijxs, cuatro de los cinco representantes de la casa Europeomexicana iremos a ella este fin de semana para celebrar la vida y el amor y el respeto que nos profesamos las unas a las otras.
Estas últimas semanas he estado triste, enfadada y a punto de romper a llorar cada cinco minutos porque, admitámoslo, el duelo es jodidamente difícil de gestionar.
El viernes viajaré camino a Frankfurt y Würzburg y, de repente, me he dado cuenta de la puta necesidad que tengo de alejarme de Soria y de lo mucho que necesito abrazar a estas preciosas luces que han sido mi claros y mis oscuros durante nueve largos meses.
Así que, agarráos, queridas, que el equipo Europa- México vuelve a la carga.

viernes, 12 de julio de 2019

Abuela II

Hola Puchi.
Te prometí que te seguiría escribiendo y aquí estoy.
Estoy teniendo una semana extraña.
Te me vienes a la mente muy a menudo.
Te veo en cada abuelita que pasea por la calle, que lleva la compra a casa, que lleva de la mano a su nieta.
Te oigo en sus voces y en sus risas.
Te escucho cuando cuentan sus historias de la vida de antes, de cuándo tú eras pequeña.
Y entonces me asalta el saber que no puedo escucharte a ti contarme historias, ni darte de la mano, ni pasear contigo.
Se me vienen a la mente las imágenes con las que no querrías que te recordase y entonces se me inundan los ojos.
Es esa parte del duelo de la que me habló Criss y que comenté en mi anterior carta.
Ha habido semanas de no pensar, de reír a carcajadas... Y ahora viene otro poco de duelo, de volver al borratajo de pena y melancolía, de lágrimas contenidas.
Es un contraste de dimensiones abismales: sé que no piensas que no te recuerdo cuando mi mente omite que no estás y a la vez sé que lo último que querrías es que te viese siempre dentro de mí en tus últimos momentos.
Luego, veo nuestras fotos.
Me fijo mucho en cómo te miro, en cómo te agarro siempre: la cara, las manos... En cómo te beso o busco siempre el contacto contigo. El sentirte.
Porque siempre supe, aunque no quisiera reconocerlo, que algún día sería eso lo único que tendría.
En esas fotos veo algo más que amor. Veo pasión. Pasión por ti, que es lo que recuerdo siempre que me evocase tu presencia. Y espero que, al menos, consiguiese transmitirte una pequeña de parte de lo que yo siento por ti.
Quiero que sepas que todo va bien. Que tu legado sigue brillando.
El amor que diste a tu prole ha dado sus frutos.
Me has enseñado mucho y bien, abuela, pero siempre soñaré que ojalá más. Porque para mí nunca habrá sido suficiente el tiempo que me has regalado.
Te quiero hasta en las palabras que nunca se dijeron.

lunes, 3 de junio de 2019

Abuela

Se me hace muy duro, abuela.
Siempre supe que sería catastrófico perderte pero contener la pena esos últimos diez días ha convertido el dolor en un torrente de agua salada contra el que peleo cada día y con el que pierdo por momentos la batalla.
Se trata de un abismo insondable, profundo y oscuro, de esa parte de mí que se ha ido contigo, de esa sonrisa que quiero tener permanente para honrar el regalo de haberte tenido... Pero el vacío es una sombra alargada y espesa que me sigue donde quiera que voy.
Es el "ser o no ser" de Shakespeare mimetizándose con un "estoy, pero no estoy".
La psiquiatra suizo-estadounidense Elisabeth Kübler-Ross definió cinco etapas del duelo en 1969: negación, ira, negociación, depresión y aceptación.
En 2018, la psicoterapeuta Cate Masheder redefinió para la BBC estas etapas, explicando que ni es necesario pasar por todas ni es necesario superarlo. Presentó la vida como un círculo, dentro del cual, enmarañado, se encuentra ese dolor por la pérdida. Con ello quería que se entendiera que el duelo siempre se queda ahí y que el resto de las experiencias vividas comienzan a desarrollarse dentro y alrededor de ese círculo, en la periferia del dolor. Esto indicaría que no hay un momento para superar o aceptar una pérdida pero sí para seguir creando y vivir con ella, aun habiendo fechas o momentos clave en los que el dolor te hace sumergirte en ese enmarañado duelo.
Mi caso no es una cuestión de negación porque sé que no estás.
No es ira, porque no busco culpables.
No es negociación, porque no fantaseo con que sea reversible...
No puede ser depresión. Tengo incentivos para seguir viviendo. Prometí que vivirías a través de mí. Quiero que vivas a través de mí, que sonrías a través de mí...
Y, desde luego, no es aceptación porque, sino, no me sentiría así.
Creo que hablar contigo a través de un teclado ayuda.
Estoy segura de que hablar con mi hermana ayuda.
El otro día en el coche le confesé que cualquier cosa hace que se me salten las lágrimas. Que intento socializar y ser fuerte pero que se me inundan los ojos sin previo aviso... Me respondió que no puedo sentirme culpable por ser feliz, por sonreír, por bailar o por cantar. Que no querrías eso... Y las lágrimas volvieron a brotar igual que brotan mientras lo escribo... ¿Y si es eso, la culpa, lo que me hace llorar? Culpa, ¿de qué o por qué? Aún no lo sé.
Es ese bloqueo, ese shock primerizo de la pérdida, hasta el momento, más importante de un ser querido.
Cuando estuve en EEUU me molestaba que un 90% de los jóvenes achacasen "ansiedad y depresión" a cualquier tipo de dolencia irrisoria porque concibo esa edad como momento de júbilo y experimentación. Romper, por causas no violentas, con tu amor adolescente de los 16 con el que tenías pensado casarte no me parecía, ni me parece, motivo suficiente como para deprimirte y reencontrar a dios. En el fondo, tanto diagnóstico a discreción me resultaba, en el fondo y en la forma, una manera muy grave para definir una simple falta de conocimiento y valor para procesar y exteriorizar los sentimientos más banales, pero dramáticos, del ser humano como el amor, la ruptura, el fracaso, la decepción, el engaño...

A veces es una canción la que me recuerda a ti. 
A veces recuero tu olor, tu risa, tus labios pequeños dándome besos, tus manos, tu calentarme cuando tenía frío... tus rizos y tu pelo plateado, tu voz, tú cantando... Y lloro.
Otras veces es peor porque te recuerdo en una cama. El tacto de mis manos cogiendo las tuyas, tu respiración reduciéndose, el cambio de color de tu cara, de tu lengua... Y lloro aún más fuerte, ahogándome en mis propias lágrimas, sin poder apenas respirar... Y duele más, mucho más.

Rosa nos dijo que nos quedásemos con el amor, las risas y la alegría y te prometo que lo intento. 
No me hace falta concentrarme demasiado para seguir escuchando tu voz o sentir tus besos, aunque tenga miedo a la sombra del tiempo y el olvido, cuando esas sensaciones tan vívidas se diluyan por la falta de costumbre.
Isa ahora tiene más miedo a la muerte porque se ha convertido en algo real, porque creíamos que podrías ser eterna en el plano físico y nos hemos dado cuenta de que no, de que seguimos siendo vulnerables.
Yo ahora no le tengo tanto miedo a la muerte porque sé que, si algo ha de pasarme, vas a venir a buscarme, que estás donde quiera que vamos al cerrar los ojos en este mundo. Que, llegado el momento, vendrás a cogerme de la mano para que no esté sola. 
Mamá... El dolor de mamá no alcanzamos a entenderlo, pero sí a imaginarlo. El sentimiento de orfandad. Quizás por eso intento volver más a casa, para que sepa que no está sola y nunca lo ha estado. Que, aunque yo no soy su mamá, algo de su mamá también está dentro de ella y dentro de mí. Y entiendo que, cualquier problema familiar que haya habido, por el motivo que sea, para ella se ha convertido en algo fácilmente perdonable. Sus hermanas y hermanos son la conexión más directa que tiene contigo. Son los recuerdos de infancia que se aproximan tanto que puede tocarlos con los dedos, volviendo al lugar donde creció, donde estabas tú y donde fue feliz. 

He aprendido que no sólo tú estás en mí. También tu hermano Gregorio, que era escritor, y seguramente me dejó en herencia la capacidad de transmitir el dolor y la alegría, para llegar a quienes necesiten encontrar las palabras a los sentimientos que no son capaces de expresar. Que también está Joaquín, a quién me parezco físicamente. He ido, ahora que no estás, a visitar los lugares dónde estuvieron por última vez. He pasado varias veces, por la zona en la que dispararon a Joaquín, la cárcel en la que estuvísteis tú, el abuelo, tu padre y Gregorio. Y, también, he visitado el lugar en el que encontraron los restos de tus hermanos y tu papá. Y me ha recorrido un escalofrío por la espalda porque ahora sé donde ocurrió, porque sé dónde estaban ellos y dónde estuviste tú. 

A veces, abuela, me gustaría volver a abrazarte. Pero digo a veces porque, si te sintiera aquí, sólo podría significar que no estás en paz. Y no quiero eso. 
A veces, siento cierto celo. Porque creo que has visitado a mamá y a mí no. Pero también sé que ella lo necesita más que yo. 

Ojalá haberte abrazado más. 
Ojalá haberte besado mucho más.

Pero te guardo esos besos y esos abrazos.
Y suelto las lágrimas. Una vez, dos, tres... Las que sean necesarias.
Porque las lágrimas curan, y alivian, aunque no consuelan. 

Te voy a seguir escribiendo, abuela. 
Ojalá haberte escrito mucho más.

Ojalá.
           Besarte.
                         Siempre.