Star memories

viernes, 12 de julio de 2019

Abuela II

Hola Puchi.
Te prometí que te seguiría escribiendo y aquí estoy.
Estoy teniendo una semana extraña.
Te me vienes a la mente muy a menudo.
Te veo en cada abuelita que pasea por la calle, que lleva la compra a casa, que lleva de la mano a su nieta.
Te oigo en sus voces y en sus risas.
Te escucho cuando cuentan sus historias de la vida de antes, de cuándo tú eras pequeña.
Y entonces me asalta el saber que no puedo escucharte a ti contarme historias, ni darte de la mano, ni pasear contigo.
Se me vienen a la mente las imágenes con las que no querrías que te recordase y entonces se me inundan los ojos.
Es esa parte del duelo de la que me habló Criss y que comenté en mi anterior carta.
Ha habido semanas de no pensar, de reír a carcajadas... Y ahora viene otro poco de duelo, de volver al borratajo de pena y melancolía, de lágrimas contenidas.
Es un contraste de dimensiones abismales: sé que no piensas que no te recuerdo cuando mi mente omite que no estás y a la vez sé que lo último que querrías es que te viese siempre dentro de mí en tus últimos momentos.
Luego, veo nuestras fotos.
Me fijo mucho en cómo te miro, en cómo te agarro siempre: la cara, las manos... En cómo te beso o busco siempre el contacto contigo. El sentirte.
Porque siempre supe, aunque no quisiera reconocerlo, que algún día sería eso lo único que tendría.
En esas fotos veo algo más que amor. Veo pasión. Pasión por ti, que es lo que recuerdo siempre que me evocase tu presencia. Y espero que, al menos, consiguiese transmitirte una pequeña de parte de lo que yo siento por ti.
Quiero que sepas que todo va bien. Que tu legado sigue brillando.
El amor que diste a tu prole ha dado sus frutos.
Me has enseñado mucho y bien, abuela, pero siempre soñaré que ojalá más. Porque para mí nunca habrá sido suficiente el tiempo que me has regalado.
Te quiero hasta en las palabras que nunca se dijeron.

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