Star memories

viernes, 21 de octubre de 2016

Pedro

Este es mi pequeño homenaje a mis primas y a su abuelo Pedro. También a su abuela María y a su madre Cinti, porque forman parte de mi vida y, aunque a veces el amor no puede expresarse con palabras, cuando no se está cerca para demostrarlo con gestos, hay que hacerlo en la distancia.
Ayer no fue un buen día para ellas y seguramente no lo serán tampoco los días venideros.
Nos separan unos 600km pero mi mente está con vosotras. Aún no sé lo que es la pérdida de una persona tan importante en la infancia como son lxs abuelxs, pero puedo aseguraros que su ausencia también se notará en vuestra familia palentina.
Siempre me quedarán en la memoria los veranos en la finca, cuando vuestra mami nos llevaba en coche hasta allí y yo pensaba: «De mayor quiero conducir tan bien como ella», escuchando Ecos Rocieros y ese estribillo que siempre tengo grabado: «Se te nota en la mirada que vives enamorada. Te ha acompañado la suerte. Han debido de quererte tanto, para que me olvidaras...». Con Carmen diciendo que teníamos que «amarrarnos» el cinturón y que el arroz le daba «fatiga».
Pedro y María son unas personas muy especiales. Nunca he sentido con ellos que no estuviese en mi propia casa con mi propia familia. Mi padre, que de primeras suele ser alguien reservado, se convertía completamente en otra persona cuando estaba con vuestro abuelo. Las largas conversaciones y paseos, las barbacoas, el intercambio de conocimientos sobre plantas y recetas. Las interminables horas de piscina con Pedro paseando por el jardín, disimulando que estaba vigilando nuestros juegos.
Nunca he escuchado una sola mala palabra sobre ellos en mi casa.
Paco, Cinti, Mari y el pequeño Juan, Cris y Laura, Carmen e Isa... sois parte de mi infancia y, con vosotrxs, Mari y Pedro.
Recuerdo las noches en el porche de la casa, entrar dentro cuando para vosotrxs, tan del sur, ya hacía frío, y emitían «Celia» por la TV. Vestirme de sevillana con vuestro traje para niñas y, taitantos años después, presentarnos las cuatro en la casa de Sevilla, ya más adultas, para que Pedro y María nos viesen vestidas de traje antes de ir a la feria. Y yo, que soy tan mimosa, cubrirles de besos.
Pedro no se ha ido. Nunca se irá realmente. Siempre estará dentro de cada momento y sonrisa que nos arranque su recuerdo. También dentro de cada lágrima. Las que corren al escribir esto y las que habéis derramado estos días.
Me duele en el alma no haber estado allí, no estar ahora mismo, pero desde el norte espero que os llegue el abrazo que os daría en el sur. Que os llegue la energía que ahora necesitáis. Y que, donde quiera que esté, se marque Pedro una penúltima sevillana arrancándose con palmas.
Os quiero mucho.