Star memories

martes, 19 de febrero de 2013

Vosotros


Llevaba tiempo pensando en escribir esto pero creo que me faltaba el tiempo para entender que era real. Hoy hablando con Dani, supongo que lo he visto claro. Y digo Dani porque este post no sólo está dedicado a mis cukis napolitanos, si no que este post también se lo dedico a él, a aquella gente que he ido conociendo desde que empezó mi andadura internacional y también a esa experiencia que se llama erasmus.
Ross y Fabri ya no viven conmigo. Es un vacío que no consigo suplir, una ansiedad de saber que cuando vuelvo a casa no van a estar. Una necesidad de huir y de no estar dónde ellos tampoco... y es que, nos guste o no, eso es el erasmus.
Quizás no fuese tan maravilloso si durase para siempre, aunque queramos... pero tengo claro que vivir un erasmus o acompañar a la gente que lo vive, te da vida... y te enseña a amar en modos inimaginables. Sin medida... porque tiene un principio y un fin, aunque a las personas que conozcas en el camino vayas a amarlas toda la vida.
No me gustan los relojes. El tiempo que pasa monótono me oprime. Hace tiempo aprendí a vivir cada momento como si fuese el último... y a veces incluso perfeccioné la técnica de hacer que esos breves minutos u horas que parecen pasar tan rápido cuando eres feliz, fuesen tan lentos como cuando el tiempo es tedioso y solitario... y fui feliz, y lo soy, aunque la ausencia llegue, tarde o temprano.
Yo he aprendido a amar sin medida en estos años, a reconocer lugares, personas, estaciones... por el olor del aire, por el color del cielo, por la luz de la luna o por el cantar de un grillo.
Hace poco leí un estracto de José Saramago que decía: "El tiempo no es una cuerda que se pueda medir nudo a nudo. El tiempo es una superficie oblicua y ondulante que sólo la memoria es capaz de hacer que se mueva y aproxime".
Y no hago más que pensar que eso es tan cierto como aquello que dijo Tennessee Williams de que "El tiempo es la distancia más larga entre dos lugares"... porque a mi no me separan kilómetros de las personas a las que tanto amo, sólo horas. De avión, de coche o de andar a pie... y porque si depende de la memoria, en realidad es como si nunca nos hubiésemos separado.
Y aprendí a amar así porque no podría daros todo lo que significáis para mi en dosis pequeñas, cuando el tiempo físicamente juntos a veces es tan breve... tenía que encontrar la manera de reponerme al dolor y de seguir amándoos, a pesar de todo... Y creo que lo he conseguido.
Cierro los ojos y puedo verme a mí misma en aquella azotea griega, mirando las estrellas.
Cierro los ojos y veo a Tony entrando por la puerta de mi casa, y escucho su voz diciendo "holaaa", con ese acento pugliese.
Cierro los ojos y Giorgia está durmiendo conmigo (como hiciera Ross estos días con dos años de diferencia). Oigo su risa y escucho el tintineo de su pulsera.
Cierro los ojos y Pauline me enseña a preparar un quiché y sonríe.
Cierro los ojos y veo a Billy, aquel San Juan, doblando aquel papel con nuestros deseos y quemándolos en la hoguera improvisada de la barbacoa.
Cierro los ojos y Fabri me abraza, me dice: ehh lei y me da un beso en la frente.
Cierro los ojos y veo a Kelly escandalizarse porque digo "cables" en un sitio público griego.
Cierro los ojos y Luca compone mientras Marco y yo nos besamos a escondidas en el balcón de la cocina, con el sonido de aquel búho que siempre nos perseguía.
Cierro los ojos y veo a Elvi sentada en mi sofá por primera vez o a Alice preparando churros en mi cocina. A las dos cantando conmigo en el coro, mirándonos, con esa complicidad que nos hará recordar la letra de la canción.
Cierro los ojos y Xavi está sentado en el sillón, haciendo la broma absurda de la bicicleta en el oído, con la mirada perdida, preguntándose porqué su humor belga difiere tanto del castellano.
Cierro los ojos y veo a Amador, Kevin y Betsy sentados conmigo en aquella terraza de esa casa que fue mi refugio, con un frappé fresquito sobre la mesa blanca, empezando a reconocer los sonidos y los olores de un país extranjero.
Cierro los ojos y veo a Rossella, caminando conmigo por el Collao, a la 1 de la mañana, sonriendo, feliz, y yo...
Os veo a todos. Cada día.
Y aprendí a amar con pasión y a vivir intensamente porque me enseñásteis que a veces un recuerdo no es suficiente para el ser humano, que a veces se necesitan hechos, momentos tangibles... y me dísteis tantos...
Así que Dani, no sólo pienso estar para sujetarte, también estaré para recordarte que es muy fácil seguir juntos. Sólo hace falta recordar. Hace falta fe, confianza y polvo de hadas.
Y a veces podré parecer poco realista, impetuosa, loca, irreverente,  o nada correcta... pero es que en esta vida he aprendido que, para poder amar de verdad y recibir amor del bueno, hay que perder los papeles y la cabeza, hay que sentir. Para lo malo y para lo peor.
Y eso es vivir.

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