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jueves, 3 de marzo de 2016

En línea

Las manos congeladas... La circulación lenta y pesada... Los altibajos. Esa enorme sonrisa en los labios... Grande. Amplia. Tan bonita y tan sincera. Entras... Se ilumina mi estancia. Porque es la mía la que brilla. No la del resto. Te vas y me quedo estancada.

Después de estos días tan vertiginosos, en el fondo tan alegres, con tanta vida nueva... Necesito escribir. No puede ser directamente a ti. Como tantas otras veces. Me siento cansada de que tenga que ser así. Vuelven las incongruencias. El sentirme idiota. Las pocas horas de sueño. Interrumpidas. Despertar ansiosa casi cada hora. Estos sentimientos venidos de no sé dónde que van a ningún lugar.

Si pudiera (lo tengo planeado desde hace tiempo), si fuese capaz, si estuviese segura te cogería dulcemente la cara. Recorrería con mis dedos la línea de tu rostro y te preguntaría todo lo que quiero saber. Lo que necesito saber. Te miraría directa a los ojos... Porque tengo la odiosa necesidad de mirarte a los ojos y no apartar la mirada para saber qué encuentro. Para que la extensión de un plástico fuese la punta de mis dedos con las yemas de los tuyos.

Lo absurdo de la mente, de lo que crea: pone en funcionamiento el riego sanguíneo y lo detiene; inhala y exhala profundamente, como si fuese la última vez, para llenar esos pulmones que parecen tener dificultades para respirar; eleva las comisuras de los labios; te hace mirar con patética anodía una pantalla telefónica, como si tuviese que ocurrir algo extraordinario, evitando que se apague...
Y lo peor: echa a volar la imaginación. Perversa e hiriente. Porque lo que desconoces se lo inventa, lo maquilla y te lo vende como real a un precio muy caro: la ilusión.

Escribir, borrar, escribir, borrar... Escribiendo... Ojalá.

Me siento idiota. Absurda. Perdida. No quiero pensar que ninguna de las variantes más factibles pueda ser la cierta. Ahí entra la jodida ilusión. Lo que construyo de ti sin ti. Lo que no me vale para mucho.

El corazón que sigue a su ritmo. Se acelera. En línea... Escribir, borrar... ¿Escribiendo? Ojalá...

El frío por la espalda. Una foto que me devuelve la mirada. Te caes, te levantas... Y yo admiro cómo sigues intentando superarte, aunque te cansas. Lo siento y lo considero parte de tu fortaleza. De eso que me imanta. Intento no sentirme así. Acosando tu imagen en mi recuerdo. Sin sentido. Sin verdadera razón. Sólo por una sonrisa. Una sonrisa que empatiza con la mía. Que imito. Aunque sea el peor de los días. ¿Me vigilas? Y yo a ti. Te busco con precavida mirada.

¿En línea...? Ya no.

Pero por si acaso y aunque no sirva de nada me doy cuenta de que sigo mirando, como una idiota, dos pantallas.



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