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jueves, 21 de septiembre de 2017

78. Hoy, después de la clase de psicología...

Hoy, después de la clase de Psicología, mientras recogía mi tenderete, he aprovechado para charlar un poco con la profesora.
Resulta que el miércoles que viene hay examen y yo no tengo que hacerlo, así que ha dado permiso a lxs alumnxs para tener libre el viernes y cambiar la presentación de los resultados de nuestra investigación (5 mujeres solteras y 5 hombres solteros VS. 5 mujeres con pareja y 5 hombres con pareja, en qué se fijan para tener una pareja los solteros y en qué se fijaron los que tienen pareja) para el lunes.
Le he confesado, aunque no es nada nuevo, que su clase es actualmente mi clase favorita. Me siento bien cada vez que sé que me levanto para ir a escuchar sus teorías. Me siento integrada, cuenta con mi opinión... Le he dicho que es la primera vez que me siento mal sabiendo que no voy a tener clase el viernes y que el miércoles, como yo no tengo que hacer el examen, también.
Le he dicho que, después de su clase, tenía que ir a Política y Gobierno de los EEUU "a pasar un mal rato".
Un mal rato porque me siento idiota en esa clase. A veces no entiendo a la profesora, lxs alumnxs o lo que dicen. Cuando tengo algo que decir por no compartir la opinión de la profesora, me siento infravalorada, como si mi opinión, por ser europea, no importase.
Mi profe de Psicología, que es puro amor, me daba posibles razones para explicar mis sentimientos o las reacciones de la profesora que no entiendo respecto a mis argumentaciones.
En un momento de la conversación he sentido que iba a comenzar a llorar. Me he contenido. Creo que la profesora no se ha dado cuenta.
Cuando he acabado de hablar con ella, al despedirme, he sentido que no quería que la conversación terminase. Estaba interesada en saber de dónde vengo y en cómo funcionan las relaciones en la cultura en la que yo me he criado.
Cuando me he sentado en la clase de Política y Gobierno de los EEUU, repasando en mi cabeza la conversación con la profesora de Psicología, he tenido que realizar un gran esfuerzo por no llorar, de nuevo.
He pensado entonces que igual tengo que soltar un poco este mar salado que se me está inundando en los ojos.
He llamado a Criss, porque ella no sólo es psicóloga de profesión y de devoción, es también mi mejor amiga.
Me ha dicho que seguramente la profesora sí se ha dado cuenta de que iba a llorar. Sobre todo a mí. Porque Criss tiene un llorómetro ligado a mis mares que sabe medir perfectamente cuánto me falta para disparar y desatar el tsunami. Porque la profe es psicóloga especializada en comportamiento y relaciones humanas y porque yo no puedo evitar ponerme roja, que me cambie la voz y me brillen los ojos.
Hablando con Criss he reconocido en voz alta todo lo que echo de menos y las ganas que tengo de viajar a mi casa. No porque no sea feliz, sino porque necesito un chute de energía. Un chute de mi gente, de mi sangre.
Echo de menos pasear, echo de menos hablar en castellano.
Echo de menos llegar a casa y que me reciban Cuki y Frida. Echo de menos que duerman conmigo y que me miren como si me entendieran cuando les hablo.
Tener más tiempo, teneros a todxs más cerca. Salir a echar unas mahous por Herradores y seguir el ciclo de eventos culturales que plagan Soria de septiembre a julio. Los Brugal cola a 5€ y las cosas que no llevan 10kg de azúcar.
Llevar el control de mis propios horarios y no tener cada hora del día cuadriculada en una hoja de papel con diferentes colores que me dice dónde tengo que estar y a qué hora en cada momento.
Por eso me gusta mi jardín. Las horas pasan, siento la tierra.
Echo de menos una discusión en casa, un abrazo de reconciliación y una cena con mi hermana y el Saturday Night en Palencia.
Echo de menos relacionarme con personas sin que estas asuman que esa noche han conseguido ligar, sea cierto o no.
El final de septiembre, aunque sea a 29ºC, no es un renuncio. No me he rendido. Sigo llevando a esa aventurera dentro.
Pero, a los que estáis lejos y pensáis que no os echo de menos estáis locos si creéis, por un sólo momento, que no tengo cada día un hueco en el que no os dedique un sólo pensamiento.
Más amor, por favor.

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