Star memories

jueves, 18 de mayo de 2017

T A R A S

Taras... Todxs tenemos una... Muchxs tenemos varias.

Una conversación me trajo el recuerdo de este corto de Roberto Pérez Toledo que habla sobre las taras.

Todxs hemos sufrido por alguna relación, sentimental o de amistad. Todxs tenemos taras.


En mi caso personal, mis taras no están tan relacionadas con las malas experiencias que me hayan hecho cambiar, aunque sí que me han enseñado muchas cosas.
No quiere decir que no me hayan hecho daño, pero sí que he decidido que eso no debería herir a quien venga después.


Una de ellas, por ejemplo, es que no atiendo a la paciencia o las indirectas. Me gustan las cosas claras, directas. No me gusta esconderme y me gusta que me expliquen las cosas o que se concrete cuando se me dice algo. Sobre todo si es algo que atañe a mis sentimientos.

Del mismo modo, y aunque parezca contradictorio, me gusta cagarla a lo grande. Sin pensar.

Y, si pienso, a veces me falla el no fiarme de mi primer instinto. De decir no, cuando quiero decir sí, y viceversa.


Soy una persona hecha para el diálogo, para la comunicación... Pero la tara viene cuando me bloqueo, cuando no entiendo, cuando no se me mira a los ojos y se me explica sin tapujos lo que el otro quiere. En ese caso, me vuelvo retraída, huyo la mirada, no sé desenvolverme. Me bloqueo, me cierro... Acabo pareciendo una niña enfadada con cara de pera que piensa cruzar los brazos y dejar de respirar hasta que consiga lo que quiere. Y esto sería entender lo que piensa la otra persona.


Soy una persona muy empática. Demasiado a veces... Y esta tara viene de la mano del enfado.

Porque cuando estoy en el momento "cara de pera" no es que no empatice, es que empatizo demasiado TARDE.
¿Por qué? Porque de la mano del no pensar viene el cagarla a lo grande.
Y del cagarla a lo grande viene el no tomarme dos segundos más para ponerme en el lugar del otro.



¿Y si hubiese sido yo? Me habría destrozado.
¿Por qué no lo pensé antes? Porque tenía más miedo que vergüenza.
¿Y por qué tengo que dar todos los pasos sola? Porque yo solita me he metido en este embrollo y nunca entenderé las cosas a medias.



Puede que eso sea tanto el problema como la solución: las diferencias.


¿Pueden dos taras complementarse? Sí, si me dejas.

Eso pienso. Pero lo pienso con mi complejo de Juana de Arco por abanderado.


Complejo por salvar al mundo, por no desperdiciar el tiempo, por hacernos felices durante unos instantes, sin compromisos mientras sigamos respirando.



Porque mi tara viene de ser tan yo y tan directa que cuando no puedo usar mi tara en mi favor, cuando veo un muro delante de mí, me congelo.

Te esquivo aunque no te esquivo.

Parezco indiferente cuando realmente me importa más de lo que quiero que me importe.



Y el orgullo, ESA otra tara. Si me siento rechazada me cuesta volver. Y si vuelvo, vuelvo huraña. Hasta que veo tu indiferencia y me muero por dentro.

Soy segura de mí misma hasta que me haces dudar.

En ese momento en el que no sé qué es lo que TÚ quieres, dejo de saber qué quiero o qué debo hacer.
Y paso de la luz a la oscuridad. Y saco lo peor de mí.

Porque la inseguridad me hace frágil y pequeña.

Me hace perder la magia, el control de la situación que dibuja los límites entre lo que me hace subir o bajar.
Y te hago daño, sin querer.
Y haciéndote daño, me hago daño a mí.

Y esa, por suerte o por desgracia, es mi peor tara.

«En una cama, sin máscaras, somos salvajemente iguales.»

Y entonces desearía volver al principio. A ese momento en el que éramos capaces de darnos un abrazo inmenso, largo y sentido.
Tú sin miedo a que alguien especule sobre tu vida.
Yo sin miedo a que te sientas incómodo por el qué dirán.



No hay comentarios:

Publicar un comentario