Star memories

miércoles, 11 de enero de 2012

3...

Faltan tres días.
Esta mañana he amanecido tarde (como siempre).
Me pregunto a quién reñirán mi padre y mi madre cuando yo no esté.
Cada mañana (o casi cada mañana), mi padre me despierta con alguna pregunta o problema técnico que quiere que resuelva: que si tengo que descargarle un libro para el e-book, que si el dicho e-book no va, que si el ordenador tarda en arrancar, a ver si puedo restaurarlo, que si ese juego de la wii funciona genial pero quiere que le mire una versión más avanzada...
Si hago caso omiso de estas peticiones, mi hermana me anima a levantarme para que las cumpla, así "pa" está contento y deja de rezar por lo "bajinis" (porque creédme que es muy persistente y puede rezar durante laaargo y tendido y es MUY molesto).

Cuando estoy medio espabilada, mi hermana comienza a relatarme una serie de curiosidades. Bien sean sobre Cuki y cómo ha pedido la galleta esta mañana. Sobre cómo Chanel la ha despertado y se ha ido de la cama de nuestros padres y ha subido a la suya con un salto imposible, de un nuevo videoclip de Beyoncé o de cómo hoy su tabla de saltos para hacer ejercicidos físicos ha sido más duradera porque cada vez aguanta más.

La señora mami... Ella es otro cantar. Se levanta pronto para ir a trabajar. No suelo oirla (aunque entre a las 11 de la mañana, lo sé, una vergüenza. "Shame on me"), pero si me dedica unas palabras, ten por seguro que no suelo acordarme de lo que me ha dicho hasta la 13'30 o cuando ya es demasiado tarde. Más que nada porque si estoy muy dormida (y tengo el sueño profundo), no soy persona. El pabellón auditivo capta esa información como recuerdo sutil, sueño efímero, y lo envía al pozo más hondo de mi subconsciente... Igual la culpa de que duerma tanto, la tiene ella... Siempre nos hacemos compañía por la noche viendo la tele. Cuando no se queda ella dormida (la mayoría de las veces es ella), me quedo yo, y sobre las 02'00, empieza a recoger al personal, cual pastor a sus ovejas, para meterlas en el redil.

Me preguntó qué fue de las mañanas en las que me despertaba Cuki... Echo de menos oír sus pezuñitas en la alfombra, olfatear irguiéndose, y pegar un salto conejil del suelo a la cama. Subirse en mi barriga y caminar hasta la cara, oliéndome con su incansable naricilla y dándome pequeños lametoncillos en la punta de la nariz.

Ahora me despierta Chanel. Pega un salto y escala cada mañana la montaña de muñecos que nos separan desde la cama de abajo a la cama de arriba, pasea (o salta en algunos casos), desde mis pies hasta mi cabeza, y me menea con el hocico la mano para que abra el edredón y así poder escurrirse dentro.

El resto de la mañana transcurre entre pensar las cosas que debería estar haciendo en la calle y lo bien que se me da pensarlas mientras me toco la nariz, miro facebook, hago una traducción o escribo una página más en el blog.

Desde luego el refranero español no miente: "En ningún sitio como en casa".

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